EL MIEDO EN LA CIUDAD

EL ESPACIO PUBLICO Y LA DELINCUENCIA

Actualmente el nuevo modelo político social dominante en las sociedades provocan diferentes impactos en la sociedad: exclusión creciente, pobreza, migraciones forzadas por la pobreza o la violencia, precarización del empleo, una espiral de violencias sociales, nueva visibilidad del crimen organizado, entre otros indicadores.



Situamos el tema a partir de las relaciones de los miedos, con el lugar y la experiencia cotidiana de los ciudadanos que habitan, producen, consumen o regulan la ciudad. Porque los ciudadanos del miedo somos potencialmente, todos.



La palabra miedo tiene diferentes significados. 
Consultado el diccionario de la Real Academia Española lo define de la siguiente manera:
  1. Miedo: (Del lat. metus):
  • Perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario.
  • Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea.
  • El que, anulando las facultades de decisión y raciocinio, impulsa a una persona a cometer un hecho delictivo.

Los miedos que impregnan a la sociedad actual dejan de tener el sentido mágico que sumergía a los miedos de la antigüedad. Actualmente el nuevo modelo político social dominante provocan diferentes impactos en la sociedad: exclusión creciente, migraciones forzadas por la pobreza o la violencia, precarización del empleo, nueva visibilidad del crimen organizado, entre otros indicadores.

Como respuesta se evidencian nuevas relaciones hacia los otros, nuevas expresiones sociales y nuevas formas vivir y de actuar. La manifiestación espacial se refleja claramente en las características que muestra el paisaje urbano. Se han generalizado nuevos sistemas de protección de seguridad
privada y de proliferación, expansión y consolidación de barrios privados que en definitiva acentúan cada vez más las diferencias sociales. 



Durante la edad media el paisaje urbano se caracterizaba por tres rasgos comunes: la iglesia o catedral, el espacio abierto y la muralla. Este espacio amurallado servía como protección contra los enemigos, delimitaba el ámbito urbano frente al mundo rural y proporcionaba refugio a la población en épocas de crisis, además de otras funciones como la de controlar productos. En definitiva estos muros constituían un elemento simbólico de separación entre ciudadanos que no dejaba de ser vulnerable en ocasiones.

Si en la antigüedad las murallas tenían un carácter defensivo y de separación, las ciudades de hoy reflejan en su fisonomía ciertas particularidades asociadas al sentimiento generalizado del miedo. En las ciudades el miedo se ha convertido casi en una obsesión. La fortificación de las viviendas y el éxodo hacia las zonas exteriores de la ciudad se ha generalizado.



Cada vez son mas las personas que trasladan su residencia a franjas exteriores en busca de espacios abiertos, seguros. En esos nuevos espacios residenciales, se construyen búnkers, pensando en espacios seguros, espacios vigilados como una obsesión por la seguridad personal y la búsqueda por el aislamiento social. Se advierten nuevas formas en las características de la construcción que sin ninguna duda están asociadas a los cambios políticos, económicos y sociales analizados anteriormente. La fisonomía de las viviendas han experimentado un cambio sustancial no sólo en el estilo arquitectónico sino también por el tipo de materiales utilizados: rejas en las ventanas, puertas y respiraderos, dobles cerraduras, candados, etc. Las casas con amplios espacios libres se han convertido en jaulas, que a los ojos del observador se asemejan a cárceles.

A esto se añade la influencia de los medios masivos de comunicación que traspasan las barreras protectoras de los ciudadanos impregnando con estímulos la intimidad de los hogares. Algunos mensajes que se repiten tienen que ver con las desigualdades, las tragedias, los secuestros, la violencia en las escuelas, etc, con un grado de impunidad que fortalece los extremos de la violencia urbana, ante un receptor al que le resulta difícil discernir entre lo esencial de lo superfluo, y, en ocasiones la realidad de la ficción. 



Los miedos poseen dos dimensiones –objetiva y subjetiva– profundamente interrelacionadas, que inciden en las formas de sociabilidad contemporáneas, constituyendo una experiencia individualmente experimentada, socialmente construida y culturalmente compartida. Cabría preguntarse o preguntarnos entonces hasta dónde han llegado lo límites en esta comunidad del miedo.

El ser humano reacciona frente a su entorno y esa reacción la refleja y la expresa en su lugar de habitar. Nuestra cotidianeidad está llena de miedos y conlleva a que se habite el lugar, entre candados, murallas que son algunas expresiones de un modo de vida represivo, limitado y temeroso (Uribe Castro, 2002).

Se tiende a incrementar los lugares del miedo y estos impiden el encuentro en ciertos lugares como la calle, la plaza y la ciudad. De este modo el miedo toma una dimensión espacial, no sólo por el hecho que se puede cartografiar, sino que puede limitar dinámicas, desmovilizar o limitar intenciones de ocio y recreación en la vida cotidiana. Existe el miedo que expresan algunos lugares y existe a su vez el lugar como expresión del miedo. Se lo asocia también a una dimensión de rentabilidad que genera con las industrias de seguridad y del control social.



Sin duda los miedos, la violencia urbana y la seguridad pública se asocian al proceso de empobrecimiento y aumento de los desequilibrios y las exclusiones en las sociedades contemporáneas. Asistimos a un incremento de los fenómenos de violencia que se hacen más críticos en los complejos urbanos.

También los miedos cobran mayor materialidad, inciden en las posibilidades de socialización y el sentir del lugar adquiere nuevos significados. En la búsqueda de una ciudad abierta, se renueva el desafío de identificar estos recorridos del miedo en la ciudad, explicarlos y discutirlos. Por este motivo creemos importante comenzar a incluirlo en las líneas de estudio e indagación y como un problema social relevante, en el ámbito de la Escuela. La temática apela a un desafío de diálogo transdisciplinario, de apertura a las dimensiones y aspectos que atraviesan y trascienden los
límites de las disciplinas.


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